marzo 01, 2011

El pueblo y la consulta

El pueblo es una abstracción que ante mis ojos se descubre como un pretexto usado por muchos que dicen representar sus intereses para cometer violaciones denigrantes a los derechos individuales. ¿Por qué? porque se han cometido las más horrendas injusticias en nombre del “pueblo” por parte de quienes se creyeron estandartes de la “voluntad popular” y representantes de los deseos de este colectivo. Por eso hemos visto a dictadores de toda índole creerse los mesías de sus pueblos únicamente porque ganaron en las Urnas.

Es lo de siempre. Un candidato gana una elección y asume que los ciudadanos somos una masa uniforme a la que hay que “darle decidiendo” cómo vivir y a la que hay que conducir cómo buen pastor hacía mejores días como si de una rebaño de bestias desprovistas de criterio se tratase. Estos iluminados creen que ellos y solo ellos son capaces de saber qué necesita “el pueblo” y no dudan en implementar planes, programas y toda clase de acciones que buscan aumentar su grado de intervención en nuestras vidas restando autonomía individual y Libertad.

Del “Pueblo” se dicen muchas cosas, por ejemplo que “la voz del Pueblo es la voz de Dios” o que “el pueblo no se equivoca”. Ambas frases contienen un alto contenido populista (por cierto esta palabra viene de pueblo) que pretende hacernos creer que cuando el “Pueblo” decide, eso es casi como la voz sagrada de Dios dictando los 10 mandamientos a Moisés. Por eso es que muchos, a fuerza de estas falacias harto repetidas a nivel nacional, les parece que si “el Pueblo” decide por mayoría algo es nada menos que un sacramento que nada ni nadie debe profanar.

A esto apela el gobierno actual en el referendo que se aproxima, a dar un baño de legalidad a sus propuestas diciendo que será "el pueblo" el que decida si se prohíben o no las corridas de toros, que será la "voluntad popular" la que hará que desaparezcan los juegos de azar del país, o que será “el pueblo” el que decida entregar o no la justicia en manos de un individuo. En otras palabras lo que la mayoría de ciudadanos decida en las urnas se tendrá que imponer a todos, estemos o no de acuerdo con ello. Yo reniego de eso y reclamo mi derecho a decidir por cuenta propia si presencio o no una corrida de toros o si pierdo mi dinero en una sala de juegos.

Lo que defiendo es la libertad, no la matanza de toros ni los juegos de azar, ambas actividades que desprecio y que no comparto en lo absoluto. Porque para mí la voluntad de una mayoría no es más importante que la voluntad de un solo individuo siempre que ésta voluntad no vulneré los derechos de los demás. Porque creo que acabar con actividades tan reprochables como la tauromaquia o los juegos de azar son más un asunto de principios y de formación que de leyes, pues, como se ha observado con frecuencia, el prohibir algo solo hace que dicha actividad sea más rentable y más llamativa en la clandestinidad.

El pueblo no existe, solo existe tu derecho a presenciar el espectáculo que quieras y el mío a no asistir a los que considero despreciables. El pueblo, de existir, no deja de ser una masa manipulable que se equivoca con mucha mayor frecuencia de la que muchos creen. ¿No fue el pueblo quien eligió salvar a barrabas en vez de a Jesucristo?

No digo más.

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