
Una fiesta familiar que rebasó las expectativas; un reencuentro con tíos y tías, primos, primas, sobrinos y el resto de parientes; y un redescubrimiento de la ciudad cuna de mi familia paterna, fueron definitivamente lo mejor me que deja el carnaval 2010.
Todo comienza con una fiesta de celebración en la que todos rendimos homenaje a la mayor de mis tías paternas. El discurso de Luís haciendo hincapié en que nuestra familia ha sido por tradición matriarcal y que el lugar de nuestra abuela común fue tomado por la tía homenajeada, dio inicio al canto del artista contratado mientras la tía apagaba las velas y las serpentinas estallaban en el aire.
Al compás del Feliz cumpleaños todos felicitamos a la tía, que luego inauguraría el baile a ritmo de Vals con cada uno de sus hermanos. Luego la noche transcurrió entre bailes y canciones que los invitados –amigos y familiares- dedicaban a la cumpleañera. Me emocioné cuando, a dúo y con una emotividad propia de quien canta al ser que se extraña, mi tía dedico un hermoso pasillo a su hijo ausente. “No vuelvas por favor a herir mi vida, que tengo el alma enferma por no verte” cantaba la tía mientras los bichos y las fallas del sonido contrastaban con los gestos emotivos de la fiesta.
No faltó la buena comida: El infaltable ceviche después de la fiesta y un heroico chancho que nos alimentó por 3 días. Nos mojamos todos y muchas veces. El carnaval en Macará es algo que se toma muy en serio por eso mas pasamos mojados que secos y por eso nunca faltó una farra en la noche o un baile improvisado en el portal o en las veredas.
Sin embargo de lo único que me quejo es de las yuyas o como les dicen en el Perú, el “juetazo” que, como mencioné, invadieron la fiesta e hicieron que muchos que desconocíamos el peligro de matarlas sobre nuestra piel lo hiciéramos varias veces forjándonos, ingenua e invariablemente, una dermatitis severa que no aplacó ni con sábila ni con toda el agua que nos echamos encima.
Pero más allá del carnaval y de las fiestas, siempre tuve la impresión de que me debía una visita a la tierra de mi padre, a la tierra donde sucedieron todas las historias que nos contó y que nos sigue contando cada día sin que el repetirlas signifique que sean menos emocionantes, una visita que al final pude realizar. Y no pude escoger mejor momento.
Al final no eché de menos la playa aunque sí los amigos que dejé en mi tierra por ir a Macará (y por lo que ya empecé a recibir las primeras puteadas por haberlos dejado plantados). Macará fue lindo este febrero y creo que alcanzo a comprender un poco el porqué los macareños son tan orgullosos de su tierra y de sus raíces. Salud por la tierra de mi padre y por lo bien que la pase con la familia.
Todo comienza con una fiesta de celebración en la que todos rendimos homenaje a la mayor de mis tías paternas. El discurso de Luís haciendo hincapié en que nuestra familia ha sido por tradición matriarcal y que el lugar de nuestra abuela común fue tomado por la tía homenajeada, dio inicio al canto del artista contratado mientras la tía apagaba las velas y las serpentinas estallaban en el aire.
Al compás del Feliz cumpleaños todos felicitamos a la tía, que luego inauguraría el baile a ritmo de Vals con cada uno de sus hermanos. Luego la noche transcurrió entre bailes y canciones que los invitados –amigos y familiares- dedicaban a la cumpleañera. Me emocioné cuando, a dúo y con una emotividad propia de quien canta al ser que se extraña, mi tía dedico un hermoso pasillo a su hijo ausente. “No vuelvas por favor a herir mi vida, que tengo el alma enferma por no verte” cantaba la tía mientras los bichos y las fallas del sonido contrastaban con los gestos emotivos de la fiesta.
No faltó la buena comida: El infaltable ceviche después de la fiesta y un heroico chancho que nos alimentó por 3 días. Nos mojamos todos y muchas veces. El carnaval en Macará es algo que se toma muy en serio por eso mas pasamos mojados que secos y por eso nunca faltó una farra en la noche o un baile improvisado en el portal o en las veredas.
Sin embargo de lo único que me quejo es de las yuyas o como les dicen en el Perú, el “juetazo” que, como mencioné, invadieron la fiesta e hicieron que muchos que desconocíamos el peligro de matarlas sobre nuestra piel lo hiciéramos varias veces forjándonos, ingenua e invariablemente, una dermatitis severa que no aplacó ni con sábila ni con toda el agua que nos echamos encima.
Pero más allá del carnaval y de las fiestas, siempre tuve la impresión de que me debía una visita a la tierra de mi padre, a la tierra donde sucedieron todas las historias que nos contó y que nos sigue contando cada día sin que el repetirlas signifique que sean menos emocionantes, una visita que al final pude realizar. Y no pude escoger mejor momento.
Al final no eché de menos la playa aunque sí los amigos que dejé en mi tierra por ir a Macará (y por lo que ya empecé a recibir las primeras puteadas por haberlos dejado plantados). Macará fue lindo este febrero y creo que alcanzo a comprender un poco el porqué los macareños son tan orgullosos de su tierra y de sus raíces. Salud por la tierra de mi padre y por lo bien que la pase con la familia.
3 comentarios:
Pucchica primooo esta ves si que te pasaste de verdad...!!! me invadieron muchos sentimientos a leer esta nota... no supe si llorar o reir de verdad espectacular...!!!
Adúlame y acaso no te crea. Critícame y quizás no me agrades. Desáirame y tal vez no te perdone. Aliéntame y jamas te olvidare
http://poemasrelatosymas.blogspot.com/
MI amigo abtes ya te habia dicho que buena tu escritura, ahora te digo que buenos momentos, que lindo que sientas asi tu familia, muy lindos tus sentimientos para los tuyos... felicitaciones
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