Es casi como saltar de un edificio en llamas. Elegir entre morir quemado o estrellado contra el piso; y en el tiempo que antecede al último suspiro, sentir que vuelas o sentir que ardes. Es cuestión de decidir cómo morir en base a como has vivido.
La piel se declara envoltura en mí, adentro hay algo más importante, solo que aún no sé qué exactamente, pero en las horas de desasosiego, ese ente al que llaman Alma, puede salir de mí y reconocerse en el silencio, o mirar la muerte con una sonrisa macabra, como que le importara. Soy yo.
Sonreír mientras escuchas cosas que no te interesa oír, mirar hacia el horizonte y quedarte guindado inspeccionando tu propia mente, soñar que caes y despertar intempestivamente. Todo es parte de ser yo y de lo complicado que me resulta caminar este camino mil veces recorrido y que conozco de memoria. Ser yo es la espera eterna y su ansiedad propia, una guitarra con acordes tristes, un precio que pagar por el aburrimiento. Ganas de... deseos de... y al final solo más de lo mismo, y vuelvo a ser yo dentro de un cuerpo amorfo.
Lejos de los suspiros de otros tiempos, florecen las flores de una primavera que nunca llega a ser, El Marzo de ayer no es lo que era, solo soy yo más viejo y más cansado, pero con la voluntad de acero de siempre, nostálgico y pueril. Pude haberme quedado esperando y no hacer nada, pero yo soy más que eso y aquí estoy.
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