
Esta fue la pregunta que me hice después de que me enteré por un noticiero que la poca plata que pudieron recuperar (más de 300,000)en el tan sonado caso cabrera y que estaba guardada como evidencia en las bodegas de la policía judicial de la ciudad de Machala, había desaparecido, mejor dicho se la habían robado. Pero ¿como pueden robarle a la misma policía? las respuesta es fácil: ellos mismo se la roban. Bueno no podemos meter a todos en el mismo saco, pero lamentablemente aquellos malos elementos desacreditan a toda la institución.
Luego otro escándalo: El intento de fuga del narcotraficante Oscar Caranqui, que, según versiones de este mismo sujeto al ser descubierto saliendo del recinto carcelario vestido de policía, fue traicionado por miembros del cuerpo policial, quienes, a cambio de dinero, le ofrecieron sacarlo de la cárcel con un uniforme de gendarme, cosa que al final no se dio por la intervención de los medios de comunicación informados previamente del suceso por otros miembros de policía.
Pesan también sobre la institución otras denuncias como la perdida de evidencias en el caso de la usurera María Luisa Benavides, los presuntos hechos dolosos ejecutados por los generales Rodrigo Cartagena y Mario Morán, que habrían malgastado dineros públicos en la compra de impresoras para el proceso de emisión de licencias de conducir que nunca se utilizaron y que ahora yacen abandonadas en diferentes bodegas.
Según nuestra constitución, la misión de la Policía es garantizar la seguridad y el orden publico, pero ¿hasta qué punto esto se cumple? Los índices delincuenciales siguen subiendo a pesar de los esfuerzos. En Guayaquil no creo que haya muchas personas que no hayan sido víctimas de algún tipo de fechoría, basta con escuchar las historias de nuestros amigos o familiares.
Pero los escándalos no son nuevos, el accionar policiaco siempre ha sido tema polémico, basta recordar casos como el de los hermanos Restrepo en la década de los 80, o para no irnos muy lejos, el famoso “caso Fibeca” hace 3 años. Es lamentable la mala imagen que se ha forjado la policía, sobre todo en un país como el nuestro donde con tanta urgencia se necesita que las autoridades den el ejemplo.
No puedo ser injusto, son solo algunos los malos elementos. Pero es hora que los buenos policías y el pueblo tomen la decisión de ser los auditores de lo que las instituciones -que se supone deberían servirnos- hagan.
No al abuso, no a los deshonestos y aprovechados que aún existen dentro de la institución, si a los buenos elementos, es hora de limpiar la imagen de podredumbre y excremento que tiene la policía.
Luego otro escándalo: El intento de fuga del narcotraficante Oscar Caranqui, que, según versiones de este mismo sujeto al ser descubierto saliendo del recinto carcelario vestido de policía, fue traicionado por miembros del cuerpo policial, quienes, a cambio de dinero, le ofrecieron sacarlo de la cárcel con un uniforme de gendarme, cosa que al final no se dio por la intervención de los medios de comunicación informados previamente del suceso por otros miembros de policía.
Pesan también sobre la institución otras denuncias como la perdida de evidencias en el caso de la usurera María Luisa Benavides, los presuntos hechos dolosos ejecutados por los generales Rodrigo Cartagena y Mario Morán, que habrían malgastado dineros públicos en la compra de impresoras para el proceso de emisión de licencias de conducir que nunca se utilizaron y que ahora yacen abandonadas en diferentes bodegas.
Según nuestra constitución, la misión de la Policía es garantizar la seguridad y el orden publico, pero ¿hasta qué punto esto se cumple? Los índices delincuenciales siguen subiendo a pesar de los esfuerzos. En Guayaquil no creo que haya muchas personas que no hayan sido víctimas de algún tipo de fechoría, basta con escuchar las historias de nuestros amigos o familiares.
Pero los escándalos no son nuevos, el accionar policiaco siempre ha sido tema polémico, basta recordar casos como el de los hermanos Restrepo en la década de los 80, o para no irnos muy lejos, el famoso “caso Fibeca” hace 3 años. Es lamentable la mala imagen que se ha forjado la policía, sobre todo en un país como el nuestro donde con tanta urgencia se necesita que las autoridades den el ejemplo.
No puedo ser injusto, son solo algunos los malos elementos. Pero es hora que los buenos policías y el pueblo tomen la decisión de ser los auditores de lo que las instituciones -que se supone deberían servirnos- hagan.
No al abuso, no a los deshonestos y aprovechados que aún existen dentro de la institución, si a los buenos elementos, es hora de limpiar la imagen de podredumbre y excremento que tiene la policía.